Mi colección, Alejandro Diez Garín

B.Echeverría

Metido de lleno en los preparativos y demás tareas museísticas que la Fundación Club 45 requiere para su próxima apertura, Alejandro Diez, referente indiscutible del movimiento mod peninsular, habla con Escena 42 de su pasión indiscutible: la música.

Es imposible pensar en ti o referirse a ti desligándote de de la faceta musical, haciendo memoria ¿cuál crees fue el detonante de todo aquello?

Yo siempre he tenido música alrededor. Me cuentan en casa que cuando me llevaban en la sillita a ver a mis abuelos iba tarareando la canción de «Un hombre y una mujer», ya sabes, la de «dabadabada…». De muy pequeño empecé a comprar discos, los guardaba en un álbum naranja. Cosas de los Rubettes, Camilo Sesto, Fórmula V, Status Quo, Suzy Quatro, cantantes franceses que veía en San Sebastián en los programas de Antenne 2. Comía en la cocina con la chica que nos cuidaba y escuchábamos la radio, los 50 de Oro. Me contaba sus escapadas a las discotecas, al Young Play de Hernani; me trajo un autógrafo de Los Diablos de un concierto que dieron en La Perla, una sala de fiestas que había en la playa de La Concha. Había mucha música en la televisión, no me perdía nunca «Señoras y Señores», la edición de Valerio Lazarov (ya sabes que una semana era la de Lazarov y a la siguiente semana una versión más aburrida del programa, para gente mayor; yo lo veía cada quince días). También me encantaban los programas de Íñigo. Luego, años después, llegó Aplauso, Musical Express y todo lo demás…

Naces en el año 67, en los años previos se habían sucedido los momentos álgidos del movimiento mod en Inglaterra, en España surgen los primeros brotes en los años 70 y en los años 80 tu atracción por esta cultura ya es patente ¿qué es lo que más te impactó de la cultura mod?

Eso lo descubrí con doce años, viviendo ya en Madrid. Vi a los Jam en Aplauso, vi mods por la calle, me gustaban mucho Madness, «Un paso adelante» sonaba por todos los lados. Y Los Elegantes, con sus conciertos míticos en Rock-Ola retransmitidos por Radio 3. No sé, fue todo muy inconsciente, la necesidad de formar parte de algo. En aquellos tiempos la escena mod era «actual», no tenía nada de revivalista, quiero decir que… era Aquí y Ahora.

¿Recuerdas cómo iniciaste tu colección de discos y todo aquello relacionado con la memorabilia musical?

Yo he comprado discos siempre pero rechazaba considerarme un coleccionista porque nuca he sido «completista». Para que te hagas una idea, ni siquiera tengo todos los álbumes oficiales de los Beatles. Yo compraba singles, o los pedía como regalo en cumpleaños y Reyes, para escucharlos en mi comediscos. Al llegar a Madrid me encontré en la casa que alquilamos dos discos olvidados: uno de Cat Stevens y la banda sonora de Jesucristo Superstar. Mi primer Lp fue uno de Rocky Sharpe y los Replays y muy pronto llegaron los de Simon y Garfunkel, Beatles y cosas así. Al hacerme mod, ya en León, hacia el 80, empiezo a comprar  de manera compulsiva, cada vez que tengo dinero. Mucha Nueva Ola: Jam, Waitresses, Gogós, Knack, Vapors… y mucho de sellos independientes de aquí. Lo de la memorabilia llegó más tarde, como fuel para el fanzine que hacíamos en los 80s, el Pussycat. Fue ya estando en Los Flechazos, en nuestros viajes a Londres. Primero revistas (Fabulous, Record Mirror y Beat Instrumental sobre todo). También fotos de los Kinks, Chris Farlowe y los Pretty Things, nuevos revelados de fotos antiguas que colgaban del techo de algunas tiendas del Soho y que nosotros usábamos para el fanzine o para decorar nuestra habitación. Las partituras, las postales promo y el resto de locuras llegaron después.

¿Cuáles fueron los discos qué más sonaron al comienzo de tu andadura musical?

Sin duda los de Nacha Pop, que era la banda que más nos gustaba a los de Ópera Prima, mi primer grupo «serio». Nuestra primera actuación fue teloneando a Loquillo en La Mandrágora, un concierto en el que presentaba su disco de «El ritmo del garaje». Nos gustaba eso: La Mode, Gabinete Caligari, Nacha Pop, Los Secretos, Loquillo y los Trogloditas, Alaska y los Pegamoides… Y también los Jam, los Clash, Police, lo más típico de aquellos años. A Nacha Pop les vimos en directo, también en La Mandrágora, presentando su tercer LP. Con Marco Rosa de bajista sustituto y con Esteban Hirschfeld a los teclados. Fue una auténtica epifanía para nosotros. El disco, «Más números, otras letras» acababa de salir, pero ya nos sabíamos todas las letras. El grupo se sorprendió de vernos cantar cada canción. De todas formas, «Buena Disposición» es mi favorito. En aquellos tiempos un disco te duraba un mes, lo exprimías, lo escuchabas sin parar, mirando las fotos, leyendo las letras. Esa fachada del Capitol en la Gran Vía se convirtió en mi refugio. En tecnicolor, rosa y azul pastel.

Imagino que la peregrinación en busca de discos ha sido constante, ¿alguna tienda de discos que hayas visitado con mucha frecuencia?

Unas cuantas. Beltza Records en San Sebastián. Melocotón y Escridiscos en Madrid. Beano’s en East Croydon, una tienda que era un edificio, cuatro plantas, el paraíso del coleccionismo. Tower Records en Piccadilly, me escapaba cada mediodía a mirar singles de soul en sus cajones. Intoxica en Portobello: pregunté por «At the discotheque» de Chubby Checker, el dependiente se subió a una escalera, miró en un cajón de singles de soul que estaba en la última estantería y me dijo «At the discotheque» y me lo tiró desde arriba, volando hacia mis manos, y yo muerto de miedo de que se me rompiera… Luego descubrí las ferias del disco. Utrecht, Record Planet, mi Disneylandia. Ahora en León hay una gran tienda de discos, Lizard, que lleva mi amigo Juancho. Pero ya compro mucho menos, destino el poco dinero que tengo a cosas que voy a necesitar para el Archivo Gráfico de la Era Pop.

Entre aquellos discos, ¿ de cuáles es improbable que te desprendieses?

Cuando yo tuve mi propia tienda de discos, en los 90s (Chelsea), vendí algunas cosas que me habían dejado de interesar, pero la mayoría de «mis» discos los conservé. Me cuesta deshacerme de lo que me ha gustado. Ya sabes, con la «Alta Fidelidad» siempre a cuestas. Le doy más valor a un disco si me ha acompañado, aunque tenga la portada tocada o salte la aguja en algún tema, que a las copias «mint» que pueda conseguir pero que no tenga «historia» para mí. Un punto de romanticismo, imagino.

Escuchar música es una actividad que te puede acompañar a lo largo de todo el día pero quizás haya ocasiones más propicias ¿tienes algún momento particular para ello?

Como yo padezco una enfermedad bastante chunga (espondilitis) me veo obligado a hacer una tabla de ejercicios cada mañana que me lleva una media hora. La suelo hacer con música, con lps que me había olvidado que tenía y que vuelven a sonar «gloriosos» en mi salón, aunque no estoy seguro de que mis vecinos opinen lo mismo. También me gusta mucho escuchar música si cocino. Y, sobre todo, escucho cds en el coche. El cd es mi formato para viajar, mucha de la música de los últimos 20 años que me gusta me la he comprado en cd para poder llevármela en el coche o en la furgoneta de Cooper.

Si me permites, hablemos de Fundación Club 45, un archivo gráfico de la cultura pop en el que además de promover esta cultura, se mostrará la gran colección que posees. Muchos nos preguntamos si la hay fecha para la inauguración.

Pues ya no me atrevo a dar una fecha porque el proyecto se ha ido retrasando y ahora, con las elecciones municipales a las puertas… yo ya no digo nada. El edificio está prácticamente acabado, ya han llegado los primeros muebles y pronto iniciaremos la producción de las vitrinas y el resto de la museografía. Este año, seguro. Eso sí, en este máster en paciencia que estoy haciendo me van a dar matrícula de honor.

El coleccionista Jordi Tardà, en su libro Diario de un coleccionista, apelaba a los grandes beneficios del coleccionismo musical puesto que se basan, entre otras cosas, en generar ilusión. Viendo tu trayectoria y tu inquietud, no puedo pensar que la Fundación Club 45 responde a ese mismo espíritu.

No se puede vivir sin pasión, ¡Jordi Tardà tiene mucha razón!!!

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