B. Echeverria
En «Vatio» (Coba Fina, 2021) Alfonso J. Ussia relata de forma trepidante la historia de Andy y Polo Targo, que no es otra que su propia historia. En Escena 42 hemos tenido el placer de hablar con él.
En tu primera novela “Cuento del Norte” te adentras en los montes de Cantabria contando la historia del maqui Juan Fernández de Ayala (Juanín) y ahora en “Vatio” cambias radicalmente de contexto. ¿Qué supone para un escritor ese cambio?
Algo estimulante y que me permite crecer como escritor. Lo primero que necesito para poder dedicarle tanto trabajo y esfuerzo a un relato es que me apasione la historia. Quiero decir que con que el tema me guste o me apasione me meto a fondo con él. Siempre es mucho mejor conocer el tema del que se habla, pero si por alguna razón te enganchas con una historia de la que tienes menos referencias, pues tardas más tiempo en estudiar, investigar, leer y hacer por saber todo lo que aporte al relato, pero eso sólo computa en el tiempo de trabajo. También considero que un novelista, como es mi caso, debe poder enfrentarse a tiempos e historias distintas, no quiero ser el escritor de los maquis ni el escritor del submundo de la música, sólo han sido los dos primeros temas dónde trabajar mi prosa de forma más seria, más pretenciosa también con la perspectiva puesta en el largo plazo como escritor.
En “Vatio” cuentas la historia entre Andy y Polo Targo, que no es otra que la vivida por ti cuando tenías 20 años con Antonio Vega, en la cual empezaste como su chófer y terminaste acompañándolo a esa bajada al infierno que eran las Barranquillas. A lo largo del proceso de escritura ¿qué te ha provocado escarbar en los recuerdos?, ¿cómo gestionas ese retrotraerte en el tiempo y revivir de nuevo, aquellas historias?
No han dejado de rondarme, la verdad, en todos estos años, pero de una forma pausada, como si estuviese en modo reposo, madurando, como el vino, para que se evaporaran las cosas tóxicas, eliminen los reproches o las quejas y los detalles más morbosos del relato y así dejar sólo lo que realmente es piel y sin detalles que ensombrezcan la naturalidad de la historia. Y para eso , que transcurriera el tiempo era fundamental, aunque fuese para ganar la madurez de contar mejor la historia. Hace poco leía que Paul Auster dijo que para ser novelista había que ser mayor, porque sólo la experiencia te permite ver las cosas con la suficiente certeza y grado. Por supuesto que hay genios escritores y precoces autores que se salen de esa línea de observación pero no es mi caso. Yo ni soy un genio ni soy un precoz autor, y creo que el camino hacia la madurez escribiendo me la ha permitido el tiempo y los pasos y tropezones que he cometido.
¿Hay algo de añoranza de aquel tiempo?
Sobre todo a la persona de Antonio. Los conciertos también y algo de nostalgia por salas que difícilmente volverán a abrir. Principalmente el tema de programación de las salas y la oferta de directos que tenía la ciudad de lunes a domingo. Daba igual que fueses un martes a Clamores o un sábado a la sala Acqualung, siempre había un conciertazo al que podías acceder. También la calle es distinta, ahora te cruzas con la gente y van mirando una pantalla, no se mira los ojos, no se conversa ni se saluda. Y en los bares lo mismo, por ejemplo, entiendo que esté prohibido fumar pero no entiendo que no haya sitios donde sí se pueda. Las libertades de pocos han limitado y acotado las de muchos y eso creo que no se ha medido bien. Creo que había mejor rollo y se respiraba más hermandad, menos polarización.
Es una novela biográfica, sin duda, pero también como señala Ray Loriga, tiene elementos de novela de aprendizaje, de iniciación, el paso de la inocencia juvenil a un entorno hostil y desconocido. ¿Qué supone ese cambio en la vida de un joven de 20 años?
Fue muy salvaje. Entiende que para un chico de veinte años que se quiere dedicar a escribir canciones supuso algo inalcanzable. Fue mágico y duro al mismo paso, por lo que puedes hacerte una idea de la relación cielo infierno que tenía en aquellos días. Mis otros tres compañeros de piso en esa época estaban recorriendo su propio camino de un modo más tradicional y de pronto, yo que era el más pequeño de edad de los cuatro llevo la vida más compleja de todos, así que debió ser extraño para ellos también. Muchas ocasiones me llevaba a Antonio a casa y la verdad es que debían flipar pero como él era un cachondo mental pues enseguida se metía a todo el mundo en el bolsillo y dejaba sin barreras a cualquiera que estuviera con él. Pero fue mi manera de aprender a escribir porque es cierto que subir y bajar en esa montaña rusa que era mi vida, te ayuda como escritor y más aún de una forma tan prematura. Eso es un tesoro que la vida me ha regalado.

Supone un ejercicio de valentía, que no será sencillo de afrontar, el contar sin tapujos, con tanta franqueza y con un estilo tan directo una realidad, la de la droga, la adicción, la farsa de los sellos discográficos y medios de comunicación…
Te agradezco mucho que lo valores. En realidad me preocupaba más no estar a la altura como para que me comiese la narración, en el sentido de pecar de morbo o de cosas que no debía contar. Lo más complejo fue encontrar la voz porque trataba de camuflarme a mí mismo convencido que lo importante del relato era un lugar reservado para Antonio, pero no, en realidad no debía ser así. La novela tiene ese punto aprendiz maestro que le abre los ojos y le demuestra de algún modo que no tiene el talento suficiente como para dedicarse a la canción, pero lo hace permitiéndole a Andy, en este caso, a abrir los ojos para aprender bien. Crear, escribir, componer, vivir de la creación y entregado a ese dificilísimo camino que es el folio en blanco o el silencio, eso es lo que siempre me ha puesto la piel de gallina, y gracias a Antonio pude entender cuál era el mío. El resto, industria, discográficas, radios y adicciones, son meros participantes de un relato de lealtad, de amor y de verdadera admiración.
Vatio es una novela que se publica ahora, pero ¿cuándo comienzas a gestar la idea?
Hace años pero como te decía antes, el tiempo necesitaba allanar la forma de enfrentarme al relato. Una vez decidí más o menos de forma clara la estructura, todo salió en cuatro o cinco meses de trabajo incesante y un poco obsesivo, quince, dieciséis horas diarias… Te diré que es lo que más me gusta del proceso de escribir novelas. Después corregir, volver a escribirla y editar te lleva otros dos meses más. Pero es verdad que lo primero de todo, el comenzar a crear la estructura, los personajes y la investigación te puede llevar un año entero.
La industria musical está muy presente en la novela, ¿a pesar de los sinsabores y de las decepciones, pudiste sacar algo positivo de todo eso? ¿Llegaste a crear tu propio sello discográfico?
Todo fue positivo. No sabes todo lo que he aprendido y con la gente que he podido currar. He trabajado con gente a la que escuchaba desde pequeño, y todo mi paso por el mundo de la música me permitió comenzar a escribir sobre música y comenzar a ganar dinero juntando letras desde hace diez años ya. Después creamos un sello discográfico pero fue un desastre. No tenía ninguna noción de administrar empresas y mucho menos interés en hacerlo. Eso sí, los discos que hicimos fueron acojonantes, grabados son Solid State Logic y unos músicos de infarto. De hecho me gasté todo el dinero en grabar y casi no me llega para la fábrica. Pero creo que eran fases que debía ir pasando, en cierto modo, cómo ir al mercado para comprar los ingredientes para cocinar.
¿Crees que el éxito de la relación entre A. Vega y tú residía en tu actitud de no juzgar sino de acompañamiento incondicional?
Yo no estaba para juzgar a nadie y mucho menos a él. Pero creo que eran más las cosas en común que las diferentes: mismos gustos, una relativa sintonía de educación, admiración y respeto y que, porque no decirlo, no era muy común que alguien aguantara ese tipo de vida sin ser también consumidor. Pero independientemente de eso, Antonio y yo nos entendimos, sabíamos estar en silencio y no del incómodo, al contrario, del que calma.
Crear, escribir, componer, vivir de la creación y entregado a ese dificilísimo camino que es el folio en blanco o el silencio, eso es lo que siempre me ha puesto la piel de gallina, y gracias a Antonio pude entender cuál era el mío
“Vatio” se publica en Coba Fina, un nuevo proyecto editorial en el que estás al frente. ¿Qué futuro te gustaría para él?, ¿es arriesgado hoy en día apostar por la cultura?
Claro que lo es. La diferencia es el tamaño y la cota de mercado al que aspiro. Yo no soy ningún super ventas y de momento es más rentable este camino que cualquier otro, más sabiendo lo que se gana por ejemplar en una tradicional. Esto me permite en realidad dos cosas fundamentales: la libertad a la hora de elegir un tema, es decir, no dependo de métricas como si siete de cada diez compradores de libros son mujeres, que me parece estupendo, pero no quiero dirigir mi obra para que se aproxime a lo que le mercado quiere leer. La otra es que gano más dinero arriesgando y eso que te da para sobrevivir y para pagar las facturas de los míos, poco más, pero lo de poder decir lo que quiero, eso si que está bien pagado.
La literatura ha estado siempre presente en tu vida, ¿cuáles son los primeros recuerdos que tienes frente a un libro? y ¿frente al papel en blanco?
Pues no lo recuerdo. Creo que pertenece a la parte en la que no tenía memoria, siempre han estado ahí, no hay un antes sino más bien un con.
Frente al papel en blanco bastante parecido. Recuerdo escribir versos desde niños, algún artículo sobre la Feria del Libro que incluso publiqué en Época, o cuadernos que llenaba de escritos y dibujos desde muy pequeño. A nivel profesional, ademas de algunas canciones comencé a escribir sobre música en prensa escrita y digital. El tema de enfrentarme a la novela lo veía lejano pero sabía que era también la más compleja y universal, la más libre de todas ellas y por eso es dónde creo que el ejercicio de escribir se consigue en su máxima expresión, junto con la poesía regular, a la que desgraciadamente estamos menos acostumbrados. Jesús Úbeda acaba de publicar un poemario con las viejas reglas, las de verdad.
Con respecto a la música y sabiendo que eres melómano, ¿serías capaz de hacer una selección de los discos y/o canciones que te más te hayan acompañado o te acompañen en tu día a día?
David Bowie es probablemente el artista que más me gusta, por lo bueno que es en conjunto. Me encantan distintos estilos y bandas, solistas y grupos tradicionales pero en general, no he encontrado a nadie tan completo como Bowie. Pero canciones que me hayan hecho darle a repetir una y otra vez me ha pasado con: Beirut, creo que era The Gulak Orchestra, Postcards from Italy, ese disco era un desfase, como lo fue Honestidad Brutal de Andrés Calamaro o Los Hermanos Pequeños de Nacho Vegas. Pero vamos, Bowie, Lennon, Bob Dylan, The Smiths, Radiohead, Leonard Cohen, Randy Newman, Serge Gainsborough, Jacques Brel, Raphael Haroche, Bill Callahan.. Podemos pasarnos un día diciendo nombres…