
Echeverria.
Retomamos la sección «Mi colección» de la mano de Alfonso Vila. Melómano desde pequeño ha estado, también, vinculado al panorama musical coruñés con su grupo «Aston Martins». Nos adentramos en su universo musical de la mano de deliciosas historias y anédoctas personales.
Quien te conozca sabrá que la música ha sido siempre una constante para ti, ¿cómo recuerdas tus primeras andaduras musicales? ¿Cómo empezó el idilio con la música?
De pequeño en mi casa había música sonando desde el desayuno hasta la cena, sobre todo clásica a la que mi padre es muy aficionado, crecí con ella de fondo. Cuando íbamos en coche nos ponían temas de cantautores como Víctor Jara o Paco Ibañez, que me encantaban, y constantemente Víctor Manuel y Ana Belén. Estos eran como de la familia. Lo que casi no escuchábamos era pop o rock; de forma esporádica una cinta con el Love Songs de los Beatles, algo de Supertramp, Simon y Garfunkel, un recopilatorio de America que aún conservo y Our House de Madness, que mi padre tarareaba siempre. Con todo eso me dio de sobra para obsesionarme por la música.
¿Recuerdas cómo iniciaste tu colección de discos?
Al principio funcionaba grabando cosas de la radio. Ponía Los 40 y escuchaba atentamente con el dedo preparado para apretar rec cuando empezasen las canciones que me gustaban. Podían ser The Only One de Transvision Vamp o In the Army Now de Status Quo. La cinta era el formato que podía reproducir en el equipo de mi habitación así que mucho de lo que compraba cuando empecé a tener mi propia discoteca eran casetes, como A Por Ellos… de Loquillo y los Trogloditas, Seventh Son of a Seventh Son de Iron Maiden o Live at the Hollywood Bowl y Yellow Submarine, las primeras dos referencias que tuve de Los Beatles. Con 13 años nos cambiamos de casa y mi padre, que ya se había entregado al CD, me dio su tocadiscos. En ese momento empecé a comprar todo el vinilo que podía, ahí empecé de verdad mi colección. Desde entonces solo he comprado en ese formato excepto dos o tres cosas sueltas, primero por la comodidad de poder escucharlo en mi cuarto y después ya por una mezcla de militancia y cabezonería. Nunca me gustó el CD. Suena muy bien y es muy cómodo, pero es muy feo. Siempre me ha dado la impresión de que un CD no era una copia real del disco, de que la única forma de tenerlo realmente era en vinilo, con esos surcos en los que se ven las canciones. Lo que ocurre es que ser fiel al vinilo en los 90, sobre todo a partir del 93 o 94, era una travesía por el desierto aliviada solo por las ferias del disco, unas cuantas tiendas muy concretas y algunas visitas al extranjero. Hubo discos, como Parklife de Blur, de los que supe que se habían editado en LP muchos años después de su lanzamiento porque aquí o no llegaban o no te enterabas. Con Internet la vida es mucho mejor.
Nunca he sido un coleccionista en el sentido de buscar piezas únicas, simplemente compro los discos que me gustan pero, como hubo unos años en los que escuchaba casi exclusivamente música de los 60 y las reediciones eran escasas, tengo bastantes originales. En general compro vinilo nuevo.
¿Cuál fué el primero?
Mi primer disco fue la BSO de Alta Tensión, la película de James Bond. La canción principal era de A-ha y me encantaba, la oía sin parar en la radio. Me compró el LP mi abuelo en Alcampo en 1987. Íbamos muchas veces a hacer la compra allí y yo esperaba en la sección de música. Recuerdo el despliegue cuando lanzaron The Final Countdown de Europe, las portadas de Ozzy Osbourne que me daban entre miedo y grima y un directo de Barón Rojo del que me llamaba la atención que uno de los hermanos de Castro fuese calvo pero tuviese melena, algo que me parecía de locos. Ese día estuve dudando entre la BSO y Actually de Pet Shop Boys. Me decidí por A-ha y cuando puse el disco me llevé un chasco tremendo porque, claro, salvo esa y un par de canciones de Pretenders que no me gustaron eran todas instrumentales. Un coñazo, la verdad. Afortunadamente pronto fue mi cumpleaños y me regalaron Camino Soria de Gabinete Caligari, el primer disco importante de mi colección.
¿Cuál ha sido tu última adquisición?
Ha sido la discografía de Kanaloas, surf de calidad desde Ferrol. Son dos EPs de vinilo y un CD, mira, si antes digo lo de que no compraba… Para mí es un acierto que hayan editado en vinilo. Esos EPs son un objeto perdurable, algo más único.
Ah, y en Internet estoy detrás de la integral de Charles Trenet, 13 LPs, 182 canciones. Trenet era un genio, lo descubrí en Flor de Pasión y me gusta casi todo lo que hizo.
¿Qué tiendas de discos frecuentas y suponen un referente para tí?
Los lanzamientos nuevos y reediciones suelo comprarlos en Alta Fidelidad en Oviedo. Reservo los discos y cuando voy a Asturias aprovecho para darme una vuelta por allí. Muy buena selección actualizada en su tienda online, muy buen precio y un trato magnífico. Los LPs de segunda mano que he comprado en los últimos años los he conseguido casi todos en Internet. Me sigo parando en todas las tiendas que encuentro, pero reconozco que el hecho de haber comprado ya mucho de lo que me gusta y tenerlo todo a tu acceso en Internet me frena a la hora de plantearme cargar con discos por el mundo adelante como solía hacer.
En mi ciudad, La Coruña, no frecuento ninguna con asiduidad. Hace años, además de las visitas obligatorias a Portobello iba mucho a Distridiscos, al lado de San Andrés. A mediados de los 90 tenían una buena selección a precio razonable. En Distridiscos encontré una reedición del segundo disco de Los Brincos con caja y libreto, From the Beginning de los Small Faces y, sobre todo, compré mi primer disco de Los Flechazos. Acababa de descubrir al grupo gracias a un compañero y vi que en El Sorprendente Sonido de Los Flechazos venían todas las que me gustaban. Perfecto, para qué buscar más. Estaba tan emocionado que no me di cuenta de que era un directo. Allí estaban además el single que sacaron con Detour, el EP de Elefant Records… la gloria. También tengo que mencionar El Corte Inglés. Cuando hicimos la mudanza que te comentaba antes nos fuimos a vivir a un piso justo al lado. Llegaba en el autobús del colegio y atravesaba por el departamento de música para ir a casa. Si iba con amigos parábamos a reirnos de las portadas de los discos de folk o de copla. Si no, buscaba con más atención cosas para mí. El último que recuerdo haber comprado antes de que liquidasen los vinilos fue London Calling, en el año 93. Luego aquello se convirtió en un erial y hace poco me llevé una alegría tremenda al ver LPs en sus estanterías otra vez. Que El Corte inglés decidiese venderlos de nuevo era la confirmación definitiva de vinilo había vuelto.
¿ Qué 8 discos consideras como las joyas de tu colección?
Por lo que representan, más que por su valor como coleccionables:
Serge Gainsbourg. Comic Strip
Desde que descubrí a Gainsbourg hasta que pude conseguir un disco suyo pasaron años. Este fue el primero, una recopilación con temas de 1966 al 69 que pedí por catálogo a Discos del Sur. No tenía ni idea de qué canciones venían dentro, lo compré porque era de SG y descubrí en él algunas como Hold Up o Marilu, que se han quedado en mi top de favoritas incontestables. Son cosas de la etapa en que Gainsbourg estaba completamente entregado al pop, para mí el momento en que liberó su talento por completo. Este disco es una buena prueba de por qué es el mejor.
The Beatles. Boys y Roll Over Beethoven EP
Podría haber escogido casi cualquier disco de Los Beatles, pero creo que mi formato preferido son los EPs españoles, que salían con las portadas y con las combinaciones de canciones que les daba la gana a los gerifaltes de EMI aquí. A estos en particular les tengo mucho cariño porque fueron un regalo de mi padrino y los primeros disco originales de la época que tuve, la primera vez que recuerdo esa sensación de estar escuchando la música desde la fuente original, the real thing. Era como si me hubiesen encargado custodiar una reliquia. Cuando los veía en casa de mi padrino pensaba que si fuesen míos los pondría todos los días y una vez los tuve durante una época cumplí mi palabra: los dejaba preparados en el tocadiscos para escucharlos en cuanto volvía del colegio. Era un ritual de adoración.
Los Flechazos: En El Club
No es solo un gran disco de pop, es el mejor catálogo de referencias para adentrarse en la cultura mod: letras citando el Scotch St. James y la pintura op-art, el encarte interior con una fotografía repleta de parafernalia sesentera y el texto de la contraportada, un listado de pistas para poder formar parte del mundo de Los Flechazos. Conmigo funcionó: de las primeras cosas que hice después de escucharlo fue comprarme un disco de Georgie Fame y un par de hipsters.
Gabinete Caligari. Camino Soria
Descubrí una de las canciones de este disco, La Sangre de Tu Tristeza, en un recopilatorio del año 87, Boom 3. Me dejó en trance y en mi siguiente cumpleaños pedí el LP. Para mí es una obra maestra por la que nunca se ha concedido a Gabinete Caligari, ni de lejos, el reconocimiento que merecen. Dan igual las melodías impecables, las letras preclaras, las referencias a Machado o lo que quieras: reivindicar a Gabinete es enfrentarse a la etiqueta de rock torero, a la parodia de Martes y 13, y a los que dicen «a mí me gusta Gabinete, pero solo la etapa siniestra». Hombre, a mí me gusta mucho Cómo Perdimos Berlín, pero no tiene comparación con este disco, que es capítulo aparte. Ojo, tampoco voy a criticar demasiado porque confieso que pasé una época en la que me olvidé de Gabinete, a los 14 o 15 años. Incluso regalé el original de Camino Soria. Al empezar la universidad oí un día en la radio Lo Mejor de Ti, del LP Cien Mil Vueltas, y de repente volvieron a mi cabeza todas sus canciones, me di cuenta de lo mucho que me gustaban, me arrepentí de mis pecados y conseguí otra vez Camino Soria y después todos los discos del grupo. Debería estudiarse en los colegios.
Henry Mancini. BSO Breakfast at Tiffany’s
Este disco lo compré en una tienda en Brighton que se llama the Record Album. La encontré por casualidad y me atendió un hombre ya mayor -hoy tiene ochentaymuchos- encantador, un señor atento, educado y pausado como los que aparecían en los libros de texto de inglés. Me contó que era la tienda más antigua de la ciudad, y que solo vendía vinilo en perfectas condiciones, mint, palabra que por entonces yo no conocía. La tienda está especializada en bandas sonoras así que enseguida me acordé de Desayuno con Diamantes, pero me dijo que no lo tenía. El año siguiente fui y sacó de un cajón una copia original en perfecto estado con esas portadas americanas robustas de principios de los 60 que guardo como oro en paño. Aquel día me dijo que no se iba a jubilar, que lo sacarían de allí con los pies por delante, y cada vez que pongo este disco brindo porque sea dentro de muchos años.
Los Imposibles. En el País del niño Mosca
Los catálogos de venta por correo eran una de las salvaciones de juventud para encontar buena música. El de Discoplay era un acontecimiento, y años después también el de Animal Records, una pequeña discográfica que publicaba bandas de la escena 60s hoy muy olvidadas y cuyas grabaciones eran verdaderos hallazgos. No conocía a nadie que escuchase a estos grupos así que pedía a ciegas, fiándome de las reseñas del catálogo que a la fuerza, siendo ellos los que editaban muchas de las referencias, eran positivas. Así descubrí a Los Imposibles, para mí de lo mejor que ha dado la música española. Este disco de arreglos fantásticos es una joya oculta -pero nada oscura- del pop, con canciones que nacieron en algun lugar entre los Zombies, los Kinks y Pet Sounds, todas dotadas de un giro distintivo. Merecería una reedición a bombo y platillo.
Siniestro Total. Siniestro Total II (el regreso)
Una colección de éxitos e himnos que no cansa. Es muy difícil tratar las letras con humor sin caer en la bufonada, y ellos lo consiguieron. Hacían música con una naturalidad impactante, esa forma de cantar despegada de Miguel Costas… . Fue el primer grupo del que me sentí contemporáneo en el sentido de asistir a conciertos – el que dieron en el Coliseum coruñés en el verano del 92 fue mi primer directo- de que nos gustasen a los amigos y, fundamental, poder ir a una tienda y ver que estaban allí todos sus LPs. Para mí eran ídolos y recuerdo haber ido a Vigo aquel año y esperar que las tiendas estuviesen llenas de merchandising del grupo, que hubiese menciones a ellos por las calles y plazas, como en Liverpool con los Beatles. Lo único que encontré fue una chapa.
Supergrass. I Should Coco
Mi referencia esencial del Britpop durante muchos años, junto a Coming Up de Suede y His ‘N’ Hers de Pulp. Cuando salió había escuchado Shakermaker de Oasis y no me había gustado nada -Lorenzo Milá había presentado esta canción en La 2 Noticias con lo de «dicen de ellos que son los nuevos Beatles» y yo pensando «¿con esta canción? No, hombre, no»- y Blur me gustaba algo más pero este disco para mí fue la prueba de que se podía hacer algo tan bueno en los 90 como las cosas que oía de los 60. Cuando encontré el LP un par de años después me llevé una alegría doble porque en el mismo cajón estaba los de las Spice Girls o la BSO de Forrest Gump, cosas que yo pensaba que no estaban editadas en vinilo. Fue la revelación de saber que el mainstream seguía editando LPs, una señal de que no todo estaba perdido!
¿Tienes algún ritual y/o momento perfecto a la hora de escuchar tus discos?
Supongo que estar solo en casa, sentarme delante del equipo y poner el disco. Con los singles, acumularlos al lado del pick up e ir cambiándolos, aunque mentiría si dijese que hago eso a menudo. En general no soy demasiado exigente en cuanto al sonido o las condiciones y disfruto en cualquier lugar. Un sitio favorito es el coche. Con las canciones que me gustan de los discos que escucho voy haciendo discos de MP3 y siempre tengo una copia en el coche. El plan es poder conducir oyendo una y otra vez las mismas canciones a lo largo de toda mi vida.