El periodista Felipe Cabrerizo firma una trepidante biografía del cantante francés, máximo ejemplo de rock star en su país y casi desconocido fuera de él.
Johnny Hallyday no ha muerto. Sus cenizas están enterradas desde diciembre de 2017 en un cementerio de la isla caribeña de Saint-Barthélemy, pero su historia ha vuelto a cobrar vida en las librerías españolas gracias a una biografía que pone el foco en una de las figuras fundamentales de la cultura gala de las últimas décadas. Una figura a la que por aquí, más allá de su eco nostálgico como el Elvis francés, solo han seguido con interés un puñado de devotos.
Johnny Hallyday: A Toda Tralla, publicado por Expediciones Polares, es la tercera entrega de Felipe Cabrerizo para esta editorial donostiarra dentro de la colección Libros Psycho Beat! -cuyos títulos recomendamos encarecidamente- y merecería acabar ella sola con la indiferencia que despierta el nombre de su protagonista. Porque, independientemente del interés que uno sienta a priori por las peripecias del personaje, estamos ante una lectura irresistible para quien quiera disfrutar de eso tan escaso que es una biografía musical bien (muy bien) escrita. Un libro excelente que saca todo el provecho a la jugosa materia prima de la que parte.
Desde el entusiasmo del fan y el rigor del experto, el autor narra la apasionante historia de cómo Jean-Philippe Smet, que cuando nace en los años 40 lo tiene todo para perder, resiste los zarandeos del destino hasta lograr convertirse en Johnny Hallyday, el primer y más grande ídolo del rock en su país, y la manera en la que él mismo alimentó, con sus saltos al vacío artísticos y vitales, un mito que alcanzó la condición de símbolo nacional.
Todos los elementos que forjan la leyenda del rock & roll están ahí: la infancia accidentada, el éxito temprano, las decisiones precipitadas y el exceso como carburante para seguir con vida. O para intentar ponerle fin, que de todo hubo en la trayectoria de Hallyday. Pasan tantas cosas en cada párrafo que es difícil contener la voracidad de seguir avanzando por las 300 páginas del libro.
Interesantísimo observar el paisaje de la Europa de posguerra y el ambiente callejero en el París de los 50 donde el rock va abriéndose camino a base de casualidades y actitudes pioneras; la dificultad de manejar un éxito inesperado tanto para los artistas como para la industria, el intento del cantante por encontrar la estabilidad personal junto a Sylvie Vartan… Y, por supuesto, la aparición de las drogas y los numerosos encuentros con las estrellas del pop anglosajón: Jimmy Hendrix ejerciendo de telonero en una de sus giras, Bob Dylan alojado en su casa escuchando sus propios discos en bucle o los Small Faces sirviéndole de banda de apoyo en el estudio. Eso sí, a pesar de estas relaciones personales y artísticas y de constantes intentos, el éxito siempre se le negó a Johnny Hallyday en los mercados británico y americano.
Mención especial merece su sorprendente carrera cinematográfica, desde una fantasmagórica participación en el rodaje de Las Diabólicas hasta un papel protagonista a las órdenes del terrible Godard, del que salió bien parado.
Formalmente, el lector no encontrará aquí ninguno de los fallos habituales en el género: nada de saltar aleatoriamente de un año a otro dando temas por sabidos, nada de referencias a productores o a compositores que se cuelan sin que uno sepa muy bien de dónde han salido. Quien se haga con este volumen encontrará toda la carrera de Hallyday escrupulosamente ordenada, la información glosada y puesta en contexto, y una demostración de erudición con la preciosa cualidad de incluir solo aquello que es relevante, sin abrumar con más datos de los necesarios ni dejarnos con la sensación de que nos hemos perdido algo.

Insisto: un relato fascinante. Un importante pedazo de la historia reciente de Francia servido de manera inspirada y certera, todo acompañado de una discografía completa para quien quiera adentrarse en la obra de este funambulista del rock. Ganas no le faltarán al lector, con la pasión que Felipe Cabrerizo pone a su narración de cada uno de los capítulos. Yo -que, confieso, nunca he podido engancharme a su música- lo he vuelto a intentar con ansias renovadas. Y, aunque tengo mis dudas acerca de si lo conseguiré, A Toda Tralla me ha contagiado para siempre el afecto y la fascinación por Johnny Hallyday.