Breve acercamiento historico-estético a la ilustración de las sonatas de Valle-Inclán por Víctor López-Rúa.

Víctor López-Rúa. Retrato de Valle-Inclán
Retrato de Valle-Inclán (Víctor López-Rúa)

 

Víctor López- Rúa

«Vamos a ver cómo el ARTE POMPIER rebota súbitamente más vivo,
 fresco como una rosa»
Salvador Dalí
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              » Todo hombre es hombre-más-cosas,
es hombre en cuanto se reconoce en un número de cosas,
en cuanto reconoce lo humano investido de cosas,
su propio ser que ha tomado forma de cosas»
Italo Calvino

 

«Ut pictura poesis” (Como la poesía la pintura): la máxima horaciana certificaba -pensé- mi coherencia intelectual; había ilustrado el poemario ganador del premio de la Diputación de La Coruña, Arte de Fuga, de Carlos Lama; la propuesta del escritor Xavier Seoane, miembro del jurado, no me provocó ningún desasosiego; sin embargo, ilustrar una novela era bien distinto: la llamada de la editorial madrileña me estremeció; Gerome y Bouguereau y todos los espíritus de los pompiers reunidos se me aparecieron como sombras acechantes; también Gustavo Doré, Wyeth y Norman Rockwell ¡Hasta me acordé del capítulo de Greenberg dedicado al Kistch! donde el muy incauto se cubre de gloria confundiendo a Ilia Repin con un mero ilustrador de batallas. También sentí como Venturi volvía a pisotear el nombre de los academicistas poniéndonos en guardia ante un aterrador homenaje a Meissonier en Nueva York… “Arte e Ilustración”, aquel texto estaba grabado en mi memoria como amenaza de rendición ante una de mis debilidades: “lo literario”. La novela era las “Sonatas” de Valle-Inclán y a ver qué valiente, aceptando semejante encargo, podría zafarse de la apoteósica literatura del genio pontevedrés, hacerse el longis, e ir por su lado sobrevolando al Marqués de Bradomín hasta que se difuminase y la visión del pintor entrase en escena. Lo medité, y decidí, entonces, acometer la empresa afianzándome en tres baluartes: La historia de la Pintura, mi obra, y un estudio detallado de la estética que construye el ambiente de las Memorias del protagonista. Dicho esto, el trabajo dedicado a la ilustración de las Sonatas, por tanto, no solo ha sido un desafío desde el punto de vista formal o plástico, sino que ha constituido un detenido trabajo histórico-estético alrededor de los años y lugares en los que transcurre la acción de la obra. Fechas que hay que ir desgranando con las pistas que nos da Valle, porque no se nos ofrecen explícitamente a lo largo de la historia: lugares ficticios e históricos que he tenido que idear o reconstruir acudiendo a numerosas fuentes. Sobre estos pormenores, que alumbran el escenario de las Sonatas, discurren estas lineas:

En la Sonata de primavera Valle nos indica tangencialmente el momento histórico remontándose a los antepasados del jovencísimo Marqués de Bradomín, y a las noticias sobre el poder terrenal del Papa; así, me tuve que sumergir en el devenir de los sobresaltos de la corte pontificia de principios del siglo XIX, para deducir que el Marqués de Bradomín fue Guardia Noble en tiempos de León XII (1822-1829), quien recompone el cuerpo militar de custodia papal después de las invasiones de los estados Pontificios por Napoleón. Una vez centrada la acción en un momento concreto, el estudio del atuendo de guardia noble fue una labor ardua: solo los capitanes podían llevar el capelo cardenalicio a los nuevos cardenales dentro de los estados pontificios, y encontrar unas referencias gráficas fidedignas para poder reconstruir ese uniforme me llevó muchísimo tiempo: finalmente me sirvió de gran ayuda la enciclopedia Espasa de 1920, que le dedica un capítulo muy extenso a la Guardia del Cuerpo de su Santidad, además de poder acceder a los archivos de imágenes de algún museo privado de Roma donde se exponen uniformes de Guardia Noble del siglo XIX.

Víctor López-Rúa. Retrato del Marques de Bradomín.
Retrato del Marqués de Bradomín (Víctor López- Rúa)

En la Sonata de Estío, el marqués de Bradomín parte rumbo a Méjico desde Londres, después de haberse exiliado al conocer el Pacto de Vergara: «Abrazo de Vergara» para los isabelinos o «Traición de Vergara» para los carlistas como el Marqués, y que pone fín a la Primera Guerra Carlista. Estamos en 1839, con lo que el viaje a Mejico se desarrolla a comienzos de la década de 1840. Pero antes de introducirme en el paisaje y paisanaje mejicano, estuve obligado a investigar cual era el escenario que tendría el Marques de Bradomín en el puerto de Londres, puesto que hacía tiempo que se habían separado los muelles desde donde partía la flota comercial británica a las Indias Occidentales y a las Orientales. Finalmente, supe que en el llamado «Pool of London», desde donde se aprecia la famosa Torre de Londres, atracaba parte de la flota comercial que viajaba a América, y ahí tuve claro el elegir ese marco para un embarco al amanecer. Luego, la llegada a Méjico en la fragata inglesa: la nueva luz, la exótica vegetación, la decoración, la moda…  Y no solo la vestimenta de los jarochos -los naturales de Veracruz-, de los chinacos y las chinas, de los caballerangos, los rancheros o la de los bandidos plateados, sino también la de los viajeros europeos -y Bradomín ya es uno de ellos- que en esas fechas y desde la independencia de España, viajaban para explorar los desconocidos y exóticos paisajes del nuevo mundo. Para registrar esa pintoresca visión, la fuente más importante ha sido el conjunto de ilustraciones y grabados de estos viajeros como Rugendas, Linati, Nebel, Egerton o Landesio. Pero no solo de ellos, porque la obra de Casimiro Castro, cronista gráfico del vasto país, me fue indispensable. Cuando hacía referencia a la exótica vegetación, pensaba en la selva baja caducifolia que rodea la ciudad de Veracruz, recogida en la ilustración correspondiente, y que se extiende por toda la costa del Yucatán: en ella viven los guacamayos verdes entre cycadas, copales, palmas y cactus con forma de candelabros.

El Marqués de Bradomín en el Puerto de Londres antes de embarcar hacia Méjico
El Marqués de Bradomín en el Puerto de Londres antes de embarcar hacia Méjico                 (Víctor López-Rúa)
El Marqués de bradomín llegando a la ciudad de Veracruz
El Marqués de Bradomín llegando a la ciudad de Veracruz (Víctor López-Rúa)

Más sencillo fue el trabajo sobre la Sonata de otoño que se desarrolla en el Palacio de Brandeso. Pero no tanto: Brandeso se encuentra en pie; y además conozco al actual dueño que me invitó a ir allí para dibujarlo del natural; pero Valle, al centrar la historia en esa posesión de la comarca de Arzúa, cercana a Santiago de Compostela, lo que hace, pienso, es hablar del ambiente de los Pazos en abstracto: parece que le gustó la sonoridad del nombre de Brandeso, a cuyos dueños, los Gasset, conocía mucho, y a los que visitó en numerosas ocasiones en la otra propiedad que tenían en Galicia: el Pazo de Torre Xunqueiras. Sin embargo, la escala del Palacio, los jardines, su capilla con enterramientos sobre los que se levantan esculturas fúnerarias orantes, concuerdan con pocas construcciones gallegas por su tamaño; Valle habla de Palacio y no de Pazo por algo… Así, D. Juan Manuel, tío del Marqués, sí que vive en un Pazo, el de Lantañón. De todas formas, y como homenaje a Brandeso he incluído su portalón en la ilustración de la llegada del protagonista, y en la capitular correspondiente, donde aparece la fachada devuelta al estado que debía tener antes de la reforma de 1908, cuando se derribó su torre almenada.

Calculo que la acción de esta sonata transcurre a finales de la década de los cincuenta, en plena época romántica, donde el «tailcoat», con sus dos colas a la espalda, seguía determinando la elegancia en la moda masculina.

Víctor López-Rúa. Llegada del Marqués de Bradomín al Pazo de Brandeso.
Llegada del Marqués de Bradomin al Pazo de Brandeso (Víctor López-Rúa)

Para terminar, llegamos a la Sonata más histórica: la Sonata de Invierno y la Corte de Estella, Carlos VII, Doña Margarita y su casa: la Casa del Rey, de la que habla Valle y donde se presenta un Marqués ya muy mayor. Casa de cuyo interior no he podido encontrar ningún testimonio visual, y que el autor describe con un pavimento oscuro de madera de nogal y adornados sus salones con las banderas ganadas en la primera guerra. Esta casa, junto con otra en Durango, eran las sedes de la Corte, pero de una corte en precario y pobre, y fue cedida al pretendiente por un comerciante estellés, por lo que estaba muy lejos de ser el palacio de un rey. «Si los españoles son pobres, el rey y sus ministros lo serán también» decía el autoproclamado Duque de Madrid. Es probable que Valle para describir los salones donde se presenta el Marqués de Bradomín se haya inspirado en la residencia del exilio en Venecia de Carlos VII: el Palacio de Loredan, heredado de su madre, María Beatriz de Austria-Este, y que apareció reflejado en publicaciones de la época como El Estandarte, en las que yo me he basado para acercarme a esa decoración de culto a la historia bélica del Carlismo, donde los salones dedicados a Ollo y Zumalacárregui, las espadas, fusiles y pistolas de los héroes de las tres guerras, las banderas ganadas al enemigo, la munición de los cañones de los sitios a ciudades, las sillas de montar de los pretendientes, la documentación de cuarenta años de guerras, los blasones y retratos de los borbones legítimos, componían el templo de una causa, a la que el Marqués de Bradomín y, por extensión, Valle Inclán, que lo escribe literalmente, estaban vinculados «por estética». Lástima que aquel conjunto magnífico, testimonio de un siglo de historia de España, fuese subastado por María de Rohan, segunda mujer del Duque de Madrid y que, desperdigado, se perdiese para siempre.

El M de B en la casa de Carlos VII - copia
El Marqués de Bradomin en la casa de Carlos VII

Pero es que esa imagen del Marqués en la Casa del Rey encierra más capas de episodios históricos: el Marqués es oficial de Zuavos Pontificios, prueba inequívoca de que, como ferviente católico, además de como antiguo guardia noble, nuestro personaje estuvo presente en la defensa del Vaticano frente a las tropas italianas de la unificación: los zuavos, al mando del infante D. Alfonso, hermano del pretendiente, expulsados de Roma por los Saboya, vinieron a España en auxilio de la santa causa del Carlismo. Entraron por Cataluña, y llegaron a tomar Cuenca. Tropas compuestas por católicos europeos a las que debió de acompañar Bradomín, y que cambiaron el kepis por la boina tradicional carlista.

Paisajes e historia, por tanto, pero, inevitablemente, también paisajes interiores y las cosas que los pueblan; objetos que reflejan una época para sumergirnos en ella e interpelarnos, pero que además cercan, conducen o catapultan la acción, como el entramado que acompasa nuestro movimiento en una escalera; es la microvisión que nos detiene ante los detalles, la anécdota que explica lo general: los antiguos corredores de Brandeso parecen una ampliación de los sinuosos pliegues del camisón de una Concha moribunda, los pasillos del palacio de la princesa Gaetani se abren a la luz meridional como los vestidos de las principesas a la claridad de la mañana en el jardín. Son las cosas que determinan a los personajes, las moradas que sustituyen con su propia vida la oculta de sus ocupantes; y de todo ello, como un extenso catálogo de símbolos y de fetiches, nos invita Valle a destilar la esencia para fijar la forma… e interpretar.

Lopez rua biiografia

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